Reflexionar para cuidarnos: comunidad triestamental participó en taller sobre carga mental, maternidades y autocuidado

Taller abordó carga mental, maternidades y autocuidado en comunidad

La jornada del pasado miércoles 11 de junio, reunió a integrantes de nuestra comunidad triestamental en el Salón Mario Caiozzi. Un espacio seguro y de confianza, pensado para visibilizar las cargas invisibles que se asumen en el día a día, ya sea en el rol de madres, cuidadoras o jefas del hogar. A través del diálogo abierto y la reflexión colectiva, se abordaron experiencias comunes que afectan el bienestar, tanto físico como emocional, de quienes sostienen múltiples responsabilidades en distintos ámbitos de su vida.

¿Cómo te autocuidas?

Parece una pregunta simple, pero detrás de ella se esconden capas de exigencia, culpa y deseos postergados. Así comenzó el encuentro facilitado por la psicóloga comunitaria de la Unidad de Psicología, de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, Alin Lobos, y la jefa de la Unidad de Desarrollo Organizacional, de la Dirección Económica y Administrativa, Camila Reyes, un espacio íntimo que permitió hablar en voz alta sobre algo que muchas veces queda en silencio: la carga mental que llevamos como mujeres.

Una de las reflexiones más potentes del encuentro surgió en torno al ideal de “ser heroína”. “No estoy de acuerdo con ese término, porque no deberíamos tener la obligación de serlo”, dijo una de las participantes, abriendo el debate sobre el mandato cultural que nos empuja a poder con todo, incluso a costa de nuestro propio bienestar. ¿Qué es ser una buena madre? ¿Una buena hija? ¿Una buena compañera? Las respuestas fueron tan diversas como necesarias, y todas coincidieron en algo: el autocuidado no es egoísmo, es una forma de resistencia.

Muchas compartieron lo difícil que es sostener redes de apoyo. “Yo lo vi con mi mamá”, dijo una asistente, “esa preocupación extrema de que nadie más va a poder cuidar como ella, porque según el consenso, solo ella lo hacía bien”. Las mujeres no solo cuidan, también cargan con la planificación, la anticipación, la culpa. Esa carga invisible quedó representada en una actividad simbólica. Cada una escribió en un post-it aquello que más la agobiaba y lo depositó en un frasco. La jarra se fue llenando de esas pequeñas grandes pesadeces; solicitudes laborales que no dan tregua y la sensación constante de estar en deuda con el entorno.

También se compartieron estrategias concretas de autocuidado: clases de baile, conciertos, terapia, ir al cine, maquillarse, nadar, hacerse las uñas, practicar deportes, caminar cerca del agua. Reencontrarse con el goce, con la creatividad, con el derecho a tener tiempo propio. “Me encanta tejer a crochet”, dijo alguien. Otra asistente mencionó lo importante que ha sido para ella reinventar los espacios en pareja. Y también surgieron las ausencias: “soy una pésima amiga”, como reflejo del desgaste emocional y la desconexión que muchas viven.

“Quisimos hacer esta actividad en el marco de la Semana de la Salud Mental para generar un espacio de encuentro como comunidad, que permitiese relevar temas tan importantes como la carga mental y el autocuidado; en el que además, para los casos de quienes somos madres y estamos insertas en el mundo laboral, pudiésemos conversar sobre cómo se mezclan estos aspectos con sentimientos de culpa, respecto al tener que “dejar” a nuestros hijos e hijas, y, la presión por cumplir con nuestras responsabilidades del día a día”, relata Camila.

El momento final fue especialmente gráfico y emotivo. En una jarra se vertió agua con colorante que representaba las cargas acumuladas. Luego, se sumó el contenido del vaso del autocuidado: equilibrar. No se trata de eliminar las responsabilidades, sino de encontrar una manera de habitarlas sin perdernos en el intento.

Este espacio fue, en sí mismo, una forma de autocuidado colectivo. Una pausa para mirarse, hablar, contenerse y recordar que no estamos solas.

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