En el marco del Mes del Corazón, la hipertensión arterial vuelve a situarse en el centro de la conversación pública. Se trata de una patología crónica y silenciosa que afecta a millones de personas en el mundo y cuya prevalencia en Chile alcanza al 30% de la población adulta, según la última Encuesta Nacional de Salud. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) la reconoce como el principal factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares, y se diagnostica cuando la presión arterial se mantiene igual o por encima de 140/90 mmHg.
Mitos sobre la hipertensión y el tratamiento farmacológico
Uno de los errores más comunes, explica el profesor Díaz, es pensar que al sentirse bien se puede suspender la medicación.
“Muchas personas creen que, si no tienen síntomas, ya no necesitan tratamiento. Sin embargo, la presión arterial elevada es silenciosa y puede dañar órganos como el riñón, el corazón y la vista sin dar señales claras”, advierte el académico.
Otro mito frecuente está relacionado con los efectos adversos. Existe la percepción de que los fármacos antihipertensivos dañan a largo plazo órganos vitales. La evidencia científica muestra lo contrario: los medicamentos protegen los llamados “órganos blancos” frente al impacto de la presión arterial alta. Entre los más utilizados destacan los diuréticos y los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), como el enalapril, ampliamente prescrito por sus efectos vasodilatadores y cardioprotectores cuando se administra de manera adecuada.
También persiste la idea de que estos tratamientos generan dependencia. El académico aclara que no existe una dependencia psíquica ni síndrome de abstinencia: “La persona hipertensa debe mantener su medicación porque la presión arterial requiere control permanente, pero eso no significa adicción”, subraya.
De igual forma, algunos pacientes optan por terapias naturales en reemplazo de los fármacos. Frente a esto, Díaz enfatiza la importancia de la supervisión médica y de adquirir productos en lugares establecidos, ya que las interacciones no controladas pueden generar riesgos adicionales.
Finalmente, otro mito extendido es pensar que con una vida saludable ya no es necesario el tratamiento. “El ejercicio y la alimentación equilibrada ayudan de manera complementaria, pero no reemplazan la terapia médica”, puntualiza.
El riesgo del consumo indiscriminado de medicamentos
En el otro extremo, se encuentra el uso excesivo o sin control de ciertos fármacos que pueden elevar la presión arterial o dañar el riñón.
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) —como ibuprofeno, diclofenaco o naproxeno— son de venta libre y ampliamente consumidos. No obstante, su uso prolongado inhibe enzimas que producen prostaglandinas, sustancias que protegen al riñón. Al bloquearlas, se compromete la función renal, especialmente en personas hipertensas.
También se debe tener precaución con los antigripales que contienen descongestionantes, ya que provocan contracción de los vasos sanguíneos, un efecto adverso para quienes viven con hipertensión. De manera similar, la cafeína, en exceso —particularmente a través de bebidas energéticas— puede aumentar la presión arterial al estimular el sistema nervioso central.
Otros medicamentos que, en altas dosis, elevan la presión son los corticoides sistémicos, como la prednisona, que generan retención de sodio y agua. En mujeres, algunos anticonceptivos orales también pueden tener este efecto. Asimismo, ciertos antidepresivos y antipsicóticos repercuten en el aumento de catecolaminas, lo que impacta en la regulación de la presión arterial.
A lo anterior se suman las drogas de abuso como la cocaína, las anfetaminas y el consumo excesivo de alcohol, que pueden elevar la presión a niveles peligrosos. Incluso hierbas aparentemente inofensivas, como el regaliz, han demostrado aumentar la presión arterial en algunos estudios.
El rol del riñón en la salud cardiovascular
El profesor Díaz destaca el rol del riñón en el sistema cardiovascular:
“Este órgano filtra la sangre, regula el volumen sanguíneo y libera sustancias clave como la renina, fundamental en el control de la presión arterial. Cuando el riñón se ve afectado, la presión tiende a elevarse, generando un círculo vicioso difícil de revertir”.
Por ello, subraya la necesidad de usar los medicamentos de manera responsable, siempre bajo indicación médica y evitando la automedicación.
Reflexión final
La hipertensión es una enfermedad crónica que requiere constancia, adherencia a los tratamientos y educación sanitaria para derribar mitos que ponen en riesgo la vida de miles de personas. La combinación de fármacos prescritos, supervisión médica y un estilo de vida saludable es la estrategia más efectiva para prevenir complicaciones y proteger órganos vitales como el corazón y el riñón.