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El académico Jaime Riquelme, adscrito al Departamento de Química Farmacológica y Toxicológica de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, explica que las bebidas energéticas responden a un fenómeno social más amplio: “Vivimos en un sistema que nos predispone a la falta de tiempo. Estudiantes y profesionales invaden su espacio de descanso con trabajo o estudio, y las bebidas energéticas se transforman en una respuesta rápida para poder rendir”, señala.
Estas bebidas, agrega el especialista del Laboratorio de Farmacoterapia Cardiovascular de la Facultad, contienen altas concentraciones de cafeína y azúcar, además de otros compuestos como la taurina, que actúan directamente sobre el sistema nervioso y cardiovascular: “El principal componente activo es la cafeína, un estimulante que en dosis elevadas puede provocar palpitaciones (aumento de la frecuencia cardiaca), ansiedad o dificultad para dormir”, precisa el académico.
Lo que dice la evidencia científica
Riquelme comenta que existen diversos estudios que han evaluado los efectos fisiológicos de estas bebidas. Uno de ellos, realizado en 2015, analizó los efectos cardiovasculares y cerebrovasculares tras el consumo de una lata de bebida energética (355 ml) en jóvenes sanos, sometidos además a una situación de estrés mental leve (una prueba matemática).
El resultado fue claro: quienes consumieron la bebida energética presentaron un aumento leve pero significativo de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, junto con una reducción del flujo sanguíneo cerebral.
“Ese estudio demuestra que incluso en personas sanas, la sensación de energía va acompañada de una activación cardiovascular. Es decir, el cuerpo está trabajando más intensamente, aunque la persona no lo perciba”, explica. El académico enfatiza que, aunque este estudio fue pequeño, su precisión metodológica deja en evidencia un efecto fisiológico concreto, especialmente en condiciones de estrés o falta de sueño.
Consumo crónico y adolescentes: un estudio más reciente
En una investigación más reciente titulada “Chronic high consumption of energy drinks and cardiovascular risk in adolescents — results of the EDKAR-study”, publicada en la European Journal of Epidemiology en agosto de 2025, evaluaron los efectos del consumo crónico de bebidas energéticas en adolescentes sanos de entre 15 y 18 años. El estudio incluyó cerca de 260 participantes, de los cuales 97 eran consumidores habituales y 160 formaban parte del grupo control.
Los resultados fueron llamativos:
- No se observaron alteraciones cardiovasculares significativas en parámetros como presión arterial o frecuencia cardíaca.
- Más del 70% de los consumidores habituales reportó palpitaciones, y un 43% presentó dificultad para dormir, dolores de cabeza o molestias digestivas.
- Además, quienes consumían bebidas energéticas con frecuencia mostraron mayores niveles de consumo de alcohol, tabaquismo y menos horas de sueño que sus pares del grupo control.
“Esto sugiere que el consumo crónico, aunque no muestre un daño cardiovascular inmediato, sí se asocia a estilos de vida poco saludables que pueden tener efectos negativos a largo plazo”, advierte el académico. En otras palabras, el problema no es solo la bebida en sí, sino el entorno de hábitos que suele acompañar su consumo: dormir poco, estudiar o trabajar de madrugada, o combinarla con alcohol en contextos recreativos.
¿Qué ocurre en el corazón?
Para comprender los riesgos, el profesor explica que, si bien los cardiomiocitos son las células responsables de la contracción del corazón, (es decir, se contraen y se relajan para bombear sangre), representan solo una fracción del total. El corazón también contiene una gran cantidad de células no contráctiles, como fibroblastos y células endoteliales. Además, existe un grupo de células especiales llamadas células marcapasos, que poseen una propiedad conocida como automatismo: la capacidad de generar su propio impulso eléctrico, permitiendo que el corazón lata por sí mismo, incluso fuera del cuerpo.
“Si alguien, por ejemplo, extrajera el corazón como ocurría en los antiguos sacrificios mayas, este seguiría latiendo durante un tiempo”, comenta el académico para ilustrar el fenómeno. “Estas células marcapasos generan impulsos eléctricos que se propagan de forma ordenada por el músculo cardíaco y lo hacen latir de forma rítmica. Cuando ese circuito eléctrico se altera, aparece lo que conocemos como arritmia, una alteración del ritmo cardíaco”, añade.
En ese contexto, consumir una bebida energética que acelera el ritmo cardíaco puede ser riesgoso para una persona con predisposición o diagnóstico de arritmia, ya que podría precipitar un evento grave o incluso letal, como la muerte súbita. Por otra parte, el consumo crónico de bebidas energéticas puede ser un factor de riesgo relevante para pacientes con alto riesgo de infarto del miocardio.
El infarto, explica Riquelme, ocurre cuando una arteria coronaria se obstruye debido a un trombo (coágulo) que impide el flujo sanguíneo hacia una parte del corazón, provocando la muerte del tejido: “La bebida energética no va a tapar la arteria por sí misma”, aclara, “pero si una persona tiene las arterias dañadas o colesterol acumulado, el aumento de presión y frecuencia cardíaca puede acelerar el proceso de obstrucción y desencadenar un infarto”.
Rendimiento hoy, consecuencias del mañana
Aunque la evidencia indica que el organismo puede adaptarse a ciertos niveles de consumo, los riesgos aumentan en personas con predisposición cardiovascular o con otros factores asociados, como el estrés, el alcohol o el tabaco.
“Nada en exceso es inocuo”, subraya el académico. “El cuerpo puede adaptarse, pero eso no significa que no esté forzando sus límites. El desafío no es prohibir, sino entender cuándo el cuerpo necesita descansar en lugar de seguir estimulándolo”, detalla.
El Prof. Riquelme enfatiza que el consumo de bebidas energéticas no es un veneno, ni provocará un infarto inmediato en una persona sana. Sin embargo, su consumo crónico y desregulado puede transformarse en un factor de riesgo adicional en individuos con condiciones preexistentes.
De distintos tamaños, sabores y buenos precios, las bebidas energéticas se han vuelto una presencia habitual. Es común verlas en manos de estudiantes o trabajadores a cualquier hora del día, en el desayuno, el almuerzo o incluso en la cena, consumidas con la misma naturalidad que un vaso de agua. Una tendencia que preocupa: “La cafeína puede mantenerte despierto, pero no reemplaza el descanso ni la recuperación mental. La verdadera energía proviene del equilibrio entre trabajo, descanso y bienestar”, concluye.

