La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió en 1985 el uso racional de medicamentos como “un proceso que comprende la prescripción apropiada de los medicamentos, la disponibilidad oportuna de medicamentos eficaces, seguros y de calidad comprobada, a la mejor relación costo-beneficio, en condiciones de conservación, almacenamiento, dispensación y administración adecuadas”.
En palabras más simples, se logra un uso racional “cuando los pacientes reciben la medicación adecuada a sus necesidades clínicas, en las dosis correspondientes a sus requisitos individuales, durante un período de tiempo adecuado y al menor costo posible para ellos/as y para la comunidad”.
La Prof. Marcela Jirón Aliste, del Departamento de Ciencias y Tecnología Farmacéutica, de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, explica que hay múltiples factores que influyen sobre el uso racional. “Existen factores sociales, económicos, epidemiológicos, legales, ambientales, familiares que afectan. Por ejemplo, las creencias, la educación de la población y el equipo de salud, el financiamiento y acceso/costos a medicamentos y la salud, restricciones de uso y dispensación, la calidad de las prestaciones sanitarias, epidemiología local, entre otros”, enumera.
Como son múltiples los factores que inciden en el uso racional de medicamentos, las formas de enfrentar esta problemática también pueden ser diversas. Debe abordarse tomando en consideración aspectos sociales, de las políticas públicas del Sector, la educación, los asuntos económicos y los regulatorios.
“Una de las medidas fundamentales es mejorar la educación de la población en cuanto a medicamentos y sus consecuencias (uso, abuso y no uso), implementar políticas públicas orientadas a favorecer acceso y disminuir la automedicación, disminuir el gasto de bolsillo y asegurar el uso apropiado por parte del paciente y los prescriptores”, sugiere la académica del Departamento de Ciencias y Tecnología Farmacéutica.
En este sentido, el rol del químico/a farmacéutico/a es primordial. “La educación farmacéutica es la única educación que ejerce un/a profesional sanitario en forma gratuita a la población, por lo tanto, es una excelente herramienta, aunque subutilizada, para mejorar el uso apropiado de los medicamentos y ayudar a los/as pacientes y a la población en general sobre sus dudas y tratamientos con medicamentos. Por lo tanto, a mi juicio es muy importante y debería potenciarse en todos los niveles de atención sanitaria”, comenta la también coordinadora académica del programa de Título de Profesional Especialista en Farmacia Clínica y Atención Farmacéutica.
Entre las principales barreras de entrada están los costos, la automedicación (incluyendo antibióticos), que muchas veces está vinculado a la compra/venta en lugares no autorizados, y la falta de adherencia a los tratamientos. “En general, creencias y limitaciones en el conocimiento sobre los riesgos/beneficios del uso de medicamentos. También la ocurrencia de eventos adversos o inefectividad puede llevar a uno inapropiado y viceversa”, refuerza.
Avances y desafíos
La Prof. Jirón afirma que el Plan de Garantías Explícitas en Salud (GES) fue un gran avance para mejorar el acceso a tratamientos en patologías. La implementación de guías clínicas como parte del manejo de diversas enfermedades permite mejorar los estándares de cuidado y tomar decisiones en base a evidencia científica robusta. Asimismo, mejorar el acceso a través de la Ley Cenabast en farmacias privadas. También, el incluir en las mallas curriculares de los/as profesionales de la salud el uso apropiado de medicamentos y el trabajo multidisciplinario asociado.
“Son varios los desafíos, pero uno de los más importantes es implementar estrategias sanitarias coordinadas en los distintos niveles de atención que permitan mejorar la educación y uso de medicamentos por parte de la población y los/as profesionales sanitarios. Reforzar la regulación para evitar la compra de medicamentos en lugares no autorizados y la automedicación. Evitar incentivos perversos que incitan al uso de fármacos. Asimismo, incentivar la desprescripción de medicamentos, es decir, el reducir al máximo, en tanto sea posible, la polifarmacia y en general el número de medicamentos que recibe un paciente. Existe un grupo de pacientes que recibe medicamentos en exceso, esto es, aquellos/as en los/as que con un número menor de medicamentos podríamos conseguir iguales o mejores resultados, pero esto requiere la optimización de las terapias. Seguir implementado políticas sanitarias para disminuir el gasto de bolsillo”, propone.
Sin duda, no es una problemática sencilla de abordar. Involucra a diversos actores: el Estado, las empresas, la academia, la ciudadanía. No obstante, es un desafío que se debe atender con sentido de urgencia y en donde los/as químicos/as farmacéuticos/as son una pieza fundamental.