Lulú: la huella que dejó en el alma de la Secretaría Perruna

Lulú: la huella que dejó en el alma de la Secretaría Perruna

El encuentro de la Secretaría Perruna, realizado el pasado miércoles 16 de abril, estuvo marcado por una emoción genuina y compartida. Para quienes han acompañado de cerca el crecimiento de esta organización, ver el Salón Mario Caiozzi completamente lleno fue una experiencia profundamente conmovedora. “Nunca había visto este salón tan lleno como hoy, ni siquiera en mi tesis, cuando vino toda mi familia”, comentó Esteban Castro, Alumni de Química y Farmacia y uno de los fundadores de la SPU. La alta convocatoria no solo sorprendió, sino que también reafirmó que el trabajo iniciado en 2013 ha dejado una huella significativa en la comunidad universitaria, especialmente ahora, tras la partida de la querida Lulú.

Esteban Alumni de la generación 2019, estuvo a cargo de la oratoria durante la actividad, que tuvo una convocatoria tan alta que muchos estudiantes debieron sentarse en las escaleras del salón, completamente lleno.

La actividad comenzó con un emotivo recorrido por la historia de los perritos que han sido parte de la vida cotidiana de la Facultad. Todo comenzó de manera muy sencilla: la idea de cortarle el pelo a Motita. Fue la Alumni de Ingeniería en Alimentos, Flavia Rodríguez, quien propuso aquella primera acción, y a partir de ahí, la iniciativa fue creciendo poco a poco hasta transformarse en lo que hoy conocemos como la Secretaría Perruna.

Motita, una perrita mayor conocida por sus largas rastas y su dulce carácter, fue cuidada por el Prof. Igor Lemus (Q.E.P.D.), quien día a día le llevaba huesos carnosos y se aseguraba de que no le faltara nada. Debido al reciente fallecimiento del querido “Maestro”, su nombre fue recordado con profundo afecto y su homenaje se selló con un aplauso fuerte. "Él fue quien más se preocupó por ella", comentaban entre los asistentes. En su momento, se organizó una colecta para poder cortarle el pelo a Motita, gesto que marcó el primer gran acto comunitario en torno al cuidado animal. Junto a ella convivían Vaquita y la Negrita, tres amigas inseparables que recorrían los patios como si fueran guardianas silenciosas del campus.

La partida de Motita, atropellada en 2013, fue un golpe duro para muchos sobre todo para el Prof. Lemus. Hoy, Flavia radicada en La Araucanía, expone que ese momento marcó un antes y un después: “Ahí comenzó realmente lo que hoy es la SPU”, recuerda.

El legado de "La Lulú"

Con el paso del tiempo, otros nombres se sumaron a esta historia: Casimiro, el Rusio, el Niño, Rayito y, por supuesto, Lulú, cuya presencia por más de una década la convirtió en un símbolo de amor y compañía en la Facultad. También, llegaron nuevos integrantes como Samanta y Paticorto, quienes, aunque conocidos por generaciones más recientes, fueron recibidos con mucho cariño. Por último, se recordó a Chica, Aquiles y Bambi, tres perritos que vivían en el taller junto al edificio de Profesores Eméritos (EPE).

Poco se sabe, sin embargo, sobre uno de los hitos que marcó el desarrollo de la SPU. Todo comenzó con una limpieza organizada por estudiantes, durante la cual se encontraron los seis cachorros de Lulú. Ese descubrimiento no solo conmovió profundamente a la comunidad, sino que impulsó al primer gran proyecto de la organización: la construcción de una casa para los perritos.

A partir de entonces, comenzaron a surgir diversas actividades solidarias, como ferias de las pulgas, tallarinatas y campañas educativas sobre tenencia responsable. Incluso se organizaron jornadas de limpieza y recuperación de espacios comunes, donde estudiantes, junto a centros de alumnos, pintaban y reacondicionaban sectores emblemáticos de la facultad, como el antiguo bus.

Sin embargo, el momento de dar en adopción a los cachorros llegó rápidamente. Se decía que Lulú sufrió profundamente esa partida. Tenía la costumbre de cargar un pan duro en el hocico, un pan que nunca comía, pero que siempre llevaba a la pequeña casa que se había construido para sus bebés.

Profesora, cuidadora y compañera: la triple huella de Jacqueline Pezoa

La Prof. Jacqueline Pezoa del Departamento Química Orgánica y Fisicoquímica recuerda con una sonrisa cómo su rol en la Secretaría Perruna fue creciendo casi sin que se diera cuenta. En un principio, pensó que su participación sería breve, pero con el tiempo se volvió fundamental. “Mi paso debía ser efímero o eso pensé”, comenta al recordar aquellos primeros años.

Cuando las estudiantes que originalmente lideraban la iniciativa dejaron la Facultad, fueron Constanza González y Sabrina González quienes asumieron el compromiso de continuar con la labor durante la pandemia. En ese período, también los guardias cumplieron un papel esencial, asegurándose de que los animales estuvieran bien atendidos durante los meses más complejos. En ese contexto, surgió la necesidad de formalizar el trabajo que venían realizando, lo que llevó a crear un Curso de Formación General (CFG) que se dictó desde 2014 a 2018. Para ello, era imprescindible contar con una académica responsable, y fue así como la profesora Pezoa asumió oficialmente el rol.

Para ella, este compromiso es una consecuencia positiva del período post pandemia. “Después de todo lo vivido, surgió una necesidad muy fuerte de contención, y los perros han sido clave en eso. Ellos contienen y acompañan”, señala.

El presente de la SPU

Camila Villanueva, estudiante de Química y Farmacia, pertenece a la generación 2022, una de las marcadas por la experiencia post pandemia. Desde que ingresó ese mismo año, comenzó a involucrarse de manera activa con la SPU: "Desde los 15 años que alimento perros de la calle", cuenta Camila, quien es originaria de La Serena. Allí fue donde comenzó su vínculo con los animales, y al llegar a la universidad, ese compromiso no se detuvo.

Para Camila, Lulú siempre estuvo presente, como si se metiera en todos lados. Fue, de hecho, una de las primeras perritas que la estudiante vio al llegar a la Facultad. En sus últimos dos años de vida, Lulú estuvo enferma y necesitaba medicación constante, tanto en la mañana como en la tarde. En ese tiempo, el grupo de voluntarios no era tan grande como ahora; cuando ella se inscribió, eran apenas doce personas.

Fue entonces cuando decidió organizar los turnos de cuidado. Lulú requería atención diaria, y alguien debía estar ahí para administrarle sus medicamentos dos veces al día. Así nació la rutina que hoy se mantiene, en la que los voluntarios asisten de lunes a lunes.

Con el tiempo, los perros comenzaron a reconocerla. Sabían que era ella quien traía la comida, quien les daba sus medicamentos. Lulú, en particular, se alegraba visiblemente cada vez que la veía llegar: “Durante muchos fines de semana, no veía a nadie en la facultad; solo a los perros. Por casi un año, tuve que venir dos veces al día, en la mañana y en la tarde, así que pasaba mucho tiempo con ellos. Les hablaba, les hacía compañía y fue así como se fue generando un lazo muy bonito”, rememora.

Actualmente, la SPU se encuentra en proceso de convertirse en una fundación, impulsada principalmente por necesidades administrativas y financieras. En este nuevo capítulo, Camila asumirá la presidencia de forma natural dado su alto nivel de involucramiento en los últimos años. No obstante, Camila expresó su deseo de que, en el futuro, el rol de presidente sea rotativo, pero con una base clara de gestión para garantizar la continuidad y el buen funcionamiento de la organización que hoy en día cuenta con 30 miembros activos.

“Más allá de todo eso, lo que hemos estado intentando hacer últimamente es difundir la idea de que los perros también son parte de la Facultad. Ese es el mensaje principal: promover el respeto hacia ellos y lograr llegar a un público más amplio, que es justamente lo que estamos trabajando para lograr”, expresa la estudiante.

La historia de Secretaría Perruna no solo es un acto de cariño hacia los animales, sino también una escuela de vida para quienes participaron. “Esto te entrega habilidades blandas que te van a servir siempre”, dicen Belén Cerda, Alumni de Química y Farmacia y Sofía Ramírez, Alumni de Química, esta última incluso desde EE.UU., donde aún recuerda con nostalgia haber sido parte de esta comunidad. Desde adopciones con certificado hasta operativos de salud, la SPU demostró la red humana que se cultivó por medio de la responsabilidad, el trabajo colaborativo y el amor incondicional hacia los animales.

Al cerrar la entrevista, la profesora Pezoa, al ver el salón lleno de estudiantes, reflexionó sobre la trayectoria de la SPU y el impacto que tuvo la partida de Lulú: "Nunca había visto este salón tan lleno, con tantos estudiantes comprometidos y realmente involucrados. La emoción de este día es algo que no olvidaré", agregó, conmovida por la respuesta de la comunidad.

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